sábado, 31 de marzo de 2018

Los dominados y el arte de la resistencia - James Scott (2000).

1. Bibliografía Lectura 1.
Scott, James C. (2000). Los dominados y el arte de la resistencia. México: ERA, pp. 41-53. 71-96, 167-171, 217-237.

1.1. Tesis central del autor.

Sin duda, se evidencia un cambio epistemológico en la forma de escribir de Scott si lo comparamos con escritos propios de autores como Negri & Hardt y Holloway. Los primeros, posmodernos, anclados en la discusión y argumentación filosófica. El segundo, mucho más empírico, conservando una estructura argumental propia de la sociología política en donde se busca aportar un nuevo enfoque analítico a los estudios sobre el poder. Este último concepto, piedra angular en los tres autores, difuso, amorfo, trasnacional en Negri & Hardt; normativo y encaminado hacia un principio moral que privilegia la horizontalidad por encima de la verticalidad en Holloway, es llenado conceptualmente por Scott realizando trabajo cualitativo, apoyándose principalmente en el análisis histórico.

¿Qué le interesa a Scott saber del poder? Yo diría que su profundidad. Sus manifestaciones no evidentes, su desarrollo en una faceta cultural del hombre que quizás ha sido olvidada por una ciencia con delirios positivistas como la Ciencia Política. Más que la descripción o crítica de cómo las élites dominan a las masas y de condenar moralmente este hecho, Scott está interesado en comprender las manifestaciones del “discurso oculto”, de la resistencia, la crítica, del desfogue propio de la frustración al reconocerse como dominados. De otras formas de resistencia, o de las resistencias iniciales que dan origen a revoluciones y movimientos sociales.

Scott soporta su argumento central sobre una paradoja: el dominado acepta su subordinación al mismo tiempo que la rechaza. Este rechazo es el que le interesa conocer al detalle. Lo interesante es la forma en cómo se manifiesta el rechazo: a través del chisme, la danza, los rituales, los cuentos, las bromas. En algún momento  pensé en un ejemplo clásico: la génesis del albur mexicano que logró sostenerse hasta nuestros días.

De esta manera, se introduce un nuevo concepto para el análisis: la “infrapolítica” de los desposeídos. Es interesante saber desde su argumentación, que así como los dominados crean códigos para rechazar la dominación, las élites también desarrollan estrategias para mantenerse, aparece por ejemplo una cita de Hitler donde se resalta la importancia del trabajo sicológico y la socialización de ideologías que ayuden a mantener la hegemonía de los que dominan. Esto explica por ejemplo, porqué los pobres defienden la minimización del Estado en un contexto neoliberal así no tengan los recursos suficientes para financiar su salud, educación y demás bienes (este ejemplo es mío).

 En este estado de cosas, el enfoque infrapolítico dota de nuevas herramientas el análisis sociológico de los movimientos sociales. Pues todos estos accionares incipientes manifestados a través de lo cultural, son los primeros rasgos identitarios que pueden dar origen a manifestaciones de hecho o acciones colectivas que se transformen en una organizaciones con características de movimiento social. 

2. Premisas principales.
   
- El propósito del libro es comprender el comportamiento de los grupos dominados.
- Los esclavos en la relativa tranquilidad de sus barrancas pueden expresar su cólera, lo cual es imposible cuando se hace en frente.
- En la mayoría de las grandes estructuras de dominación, el grupo subordinado tiene una existencia social muy considerable fuera de escena, y ésta, en principio, le ofrece la oportunidad de desarrollar una crítica común del poder.
 - El discurso oculto de los dominadores es igualmente un instrumento para el ejercicio de poder. Éste contiene ese lenguaje -gestos, habla, actos- que los límites ideológicos dentro de los cuales funciona la dominación excluyen del discurso público.
- La subsistencia de cualquier modelo de dominación siempre es problemática. Es legítimo, pues, preguntarse, dada la resistencia que se le opone, qué se necesita para mantenerlo en funcionarnicnto: ¿cuántas golpizas, encarcelamientos, ejecuciones, tratos secretos, sobornos, amenazas, concesiones? y, muy importante, ¿cuántas manifestaciones públicas de grandeza, de castigos ejemplares de honestidad espiritual?. Etc.
- Ejemplos como los del monitoreo silencioso: sobre las formas en como las élites contralan a los subordinados valiéndose del discurso oculto.
- El ocultamiento, el eufemismo y la unanimidad como estrategias del discurso público para ocultar la disidencia en las relaciones de dominación.
- Como los editores prudentes de un periódico de oposición en una situación de estricta censura, los grupos subordinados tienen que encontrar maneras de transmitir su mensaje manteniéndose como puedan dentro de los límites de la ley. Esa tarea requiere un espíritu arriesgado y un talento especial para poner a prueba y aprovechar todas las inconsistencias, las ambigüedades, los silencios y los errores que se presenten.
De esa manera, pretendo sugerir que la infrapolítica que hemos examinado contiene gran parte de los cimientos culturales y estructurales de esa acción política visible que hasta ahora ha atraído más nuestra atención.
Sin duda alguna, la infrapolítica es política real. En muchos sentidos, comparada con la vida política en las democracias liberales, la infrapolítica se ejerce con mayor entusiasmo, frente a mayores dificultades y con objetivos más importantes. En ella se pierde y se gana terreno Concreto. Los ejércitos se desmoronan y las revoluciones se vuelven posibles gracias a las deserciones en la infrapolítica.


3. Reflexión.

El documento desarrollado por Scott, sin duda desafía propuestas posestructuralistas del biopoder como es el caso de Foucault, donde todo se deja en manos de la imposición del orden social, justificando así la hegemonía del dominante hacia el dominado a través de la incorporación de conductas que se reflejan hasta en el cuerpo. En Scott el poder se desafía, aunque este proceso no siempre es evidente. El cuestionamiento del poder se hace en lo cotidiano, cuando se apagan las luces, cuando la relación dominado-dominador no es directa, no se están viendo.

En lo personal, considero el texto reseñado como un buen escrito, pues dota de elementos sociológicos un argumento que se soporta en una cantidad respetable de evidencia empírica. Me parece interesante que con Scott se registra el origen del movimiento social desde el descontento cultural que se ha venido expresando durante un periodo sostenido en el tiempo en el marco de una situación de insatisfacción. Si bien un movimiento social, por lo general no se mantiene durante largos periodos de tiempo, la resistencia “oculta” propias de la infrapolítica sí que lo hace.

Así pues, leo un nuevo enfoque que me ayuda a entender la relevancia de la cultura política en algo que va más allá del realismo político (la guerra, la sangre, las víctimas, las acciones de hecho). Scott me invita a leer entre líneas, a ver cómo se legitima de manera sarcástica la dominación. Además me ayuda a entender  la hipocresía, la aparente falta de carácter, las formas otras de relacionarnos. Con Scott se complejiza la forma weberiana de entender las relaciones de poder y dominación.  




jueves, 15 de marzo de 2018

Merton y el funcionalismo

Lectura: Merton, Robert. 1964. Teoría y estructuras sociales, F.C.E., México, Cap. III: “Funciones manifiestas y funciones latentes”, pp. 92-158.
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En su texto, Merton (1964) evidencia dos intensiones: la primera, es platear varias críticas al funcionalismo de Parsons y la segunda, es proponer una teoría funcionalista renovada que permita comprender de mejor manera la sociedad, teniendo un enfoque más sobrio y aterrizado, sin caer en lo que él denomina “pretensiones totalizantes” del análisis social. Su argumentación se estructura básicamente en tres grandes postulados. Inicialmente, hace una necesaria aclaración de lo que es una función, concepto ambiguo por la polisemia de definiciones que hay en los diversos contextos en los que es aplicado. Posteriormente, critica tres premisas centrales de análisis funcionalistas previos que a su criterio no son adecuados, para finalmente, esbozar en 8 puntos lo que el concibe como su teoría funcionalista. La presente reseña, pretende plantear algunas reflexiones, posterior al ejercicio de sintetizar lo descrito.

¿Qué es una función? De acuerdo al contexto, este planteamiento se resuelve. Puede ser una festividad o una función de circo, un cargo en una empresa pública o privada, una ocupación, un procedimiento biológico o un ejercicio aritmético. Esta ambigüedad no solo es evidente en esta pluralidad de contextos de lo cotidiano, sino además se evidencia dentro del campo social. Merton hábilmente, traza una línea divisoria entre lo que se configura como consecuencias objetivas observables y disposiciones subjetivas1 para esbozar el concepto de función. Posterior a esta demarcación, Merton (1964) analiza y critica los trabajos previos realizados por otros funcionalistas basándose en los siguientes postulados: 1. Unidad funcional de la sociedad: es decir, las actividades sociales y las partidas culturales estandarizadas como un todo en el sistema social y cultural. Para nuestro autor, es inadecuadamente pretencioso el criterio empírico tomado para hacer esta aseveración, pues se observaron comunidades analfabetas, caracterizadas por su homogeneidad, esta última no es evidente en agrupaciones sociales más grandes, por ende no es un parámetro que incentive la generalización. 2. Postulado del funcionalismo universal: este es, todas las formas sociales culturales tienen funciones positivas. La invitación de Merton en este aspecto, es que el investigador amplíe el panorama a otro tipo de consecuencias. 3. El postulado de la indispensabilidad. Aquí se platea una doble afirmación, por un lado, se bosqueja que hay ciertas funciones que son indispensables para la sociedad, sino se realidad, la sociedad no subsiste. Por otro, se hace un llamado a la reciprocidad diciendo que ciertas formas culturales son indispensables para el desarrollo de ciertas funciones. Merton deslegitima la segunda opción acercándola al calificativo de falacia pues una misma función puede ser desempeñada por diferentes cosas.

De esta manera, posterior a este ejercicio de crítica, Merton propone un funcionalismo renovado bajo la premisa de paradigma de análisis funcional que consta de los siguientes elementos, se citan tan solo algunos: Las cosas a las que se le atribuyen funciones (aspectos normados y reiterados. Por ejemplo, normas sociales, instrumentos de coerción social o normas culturales), conceptos de disposiciones subjetivas (se refiere, al estudio de las motivaciones y propósitos en una comunidad), conceptos de consecuencias objetivas (refinamiento de los conceptos de función y disfunción.), concepto de la unidad servida como función (Lo que puede ser funcional para un grupo, puede ser disfuncional para otro), concepto de exigencias funcionales (necesidades, requisitos previos), conceptos de los mecanismo mediante los cuales se realizan funciones, conceptos de alternativas funcionales, conceptos de contexto estructural, entre otros (Mayo, 2013).
Se aprecia como valioso en Merton (1964) su intención de renovar el funcionalismo con un enfoque más particularista, centrado en observar hechos que anteriormente eran considerados irracionales (como por ejemplo en la danza de los hopi, para lograr que llueva). Con la formulación de su concepto de función latente, permite al sociólogo realizar análisis más profundos, pues no se va a investigar sobre lo evidente, sino bajo una lupa científica, alejando el sentido común de forma per se. Finalmente, para Merton, el refinamiento del paradigma funcionalista permite hacer análisis sociológicos más cercanos a la objetividad, dejando de lado la posibilidad de caer en juicios morales fruto de la interacción sociólogo-comunidad.

De lo leído, me llamo la atención el profundo convencimiento que tiene Merton, de que el funcionalismo, no está atravesado por ninguna postura ideológica. Para él, con la clara distinción entre la observación objetiva y disposiciones subjetivas, se puede caer en un escenario de profunda neutralidad, que a mi modo de ver es un tanto ingenua. “Merton muestra que el sociólogo funcionalista no tiene que cometer el error de confundir lo que dicen los participantes de una ceremonia o función social con el significado objetivo de la misma (esto es, la función social que cumple la misma). En todo momento, Merton remarca que no hay que confundir los motivos (subjetivos) con las funciones (objetivas)” (Mayo, 2013). Este argumento, es muy fácil postularlo en lo teórico, pero en lo práctico me gustaría saber si hay estudios basados en esta propuesta, pues si logran materializar lo afirmado por Merton, encontrarían la solución al problema de la subjetividad que tanto agobia a la ciencia social. Por otro lado, me pareció un texto de difícil lectura, extenso y pesado para el análisis, cargado de muchos conceptos para explicar la realidad social. De verdad, en esta primera lectura, no he logrado comprender la relevancia del funcionalismo como una de las teorías (para algunos clásica, para otros contemporánea) más importantes de la Sociología.

Referencias

Mayo, A. (2013). Merton y los fundamentos del funcionalismo en Sociología: notas de lectura. Blog: Miseria de la sociología. Recuperado de: http://miseriadelasociologia.blogspot.mx/2013/07/merton-y-los-fundamentos-del.html


miércoles, 7 de marzo de 2018

Las Reglas del Método Sociológico - Emilio Durkheim

Lecturas: Durkheim, Emile (1985), Las reglas del método sociológico. Introducción y capítulos 1 y 2, pp. 35-90, ed. 2da, Colofón, 2015.

Malinovski, Bronislav, Los argonautas del Pacífico Occidental: un estudio sobre comercio y aventura entre los indígenas de los archipiélagos de la Nueva Guinea melanesia. (1972). Prólogo del autor e introducción pp. 13-42

¿Cuál es el objeto de estudio de la sociología? ¿Cuáles son sus métodos para aproximarse a los distintos fenómenos sociales? Este par de interrogantes son resueltos de manera magistral por Durkheim (1985) y Malinoswski (1972). El primero, es un clásico que definió a la sociología como la disciplina encargada de estudiar los hechos sociales y dotarla de un método alejado de la normatividad propia de la filosofía y la subjetividad. El segundo, es un referente obligatorio de la antropología, dado que, surtió de nuevas bases metodológicas a la etnografía como herramienta cualitativa de estudio. La presente reflexión, más que realizar un ejercicio de síntesis, pretende, resolver los dos interrogantes planteados, desarrollando los insumos ofrecidos por los dos autores.

Durkheim (2015) es motivado a la redacción de las reglas del método sociológico por una inquietud central que desarrolla a lo largo de su obra: los sociólogos no se han preocupado por caracterizar el método que aplican al estudio de los hechos sociales. Sobre la base de esta premisa, antes de desarrollar su propuesta metodológica, dedica un capítulo completo a la definición de hecho social, para él, la claridad de este concepto es indispensable, pues la sociología se encarga de estudiarlo. En este orden de ideas, dentro de lo que se configuración como hecho social, la coacción tiene un rol protagónico, pues esta determina la conducta del individuo en relación con la colectividad. En términos más simples, es la presión que ejercen las instituciones sociales, para que el ser individual tenga una conducta socialmente aceptable.

Con esta claridad esbozada, Durkheim, propone sus tres reglas del método sociológico para acercarse a los hechos sociales: la primera de ellas consta en alejar sistemáticamente todas las prenociones. Aquí los conceptos de Mills de imaginación sociológica (1986) y de ruptura epistemológica de Bourdieu (2008) tienen relación directa, pues es un claro llamado a realizar una distinción marcada entre los imaginarios previamente concebidos y los fenómenos sociales a los que el sociólogo se aproxima. Segundo, Toda investigación científica se concentra en un grupo de fenómenos que responden a una misma definición. Para Durkheim, es fundamental que previo al desarrollo metodológico, se realice un fuerte marco teórico y conceptual (lo más genérico posible) capaz de contextualizar el tema a estudiar de manera eficaz. Finalmente, los análisis sociológicos deben excluir las manifestaciones individuales, recurriendo a herramientas más objetivables como el derecho, capaces de generar análisis en un marco de generalidad.

Por su parte, Malinoswski enumera tres criterios metodológicos básicos para la realización de la etnografía. El primero es el hecho de que la etnografía debe albergar procedimientos estrictamente científicos, conociendo normas y criterios de su estructura moderna. El segundo, es que el investigador debe acentuarse en una posición adecuada para su trabajo, es decir, en su caso personal, él no vivía con otros hombres blancos, estaba inmerso en un 100% en la comunidad que estudiaba. Por último, el investigador debe ser riguroso al momento de recolectar información, manejando una serie de métodos precisos en aras de recoger, manejar y establecer evidencias.
Hay un aspecto en común, respecto a las estrategias metodológicas, que se evidencia en los dos autores a pesar de su separación temporal y lo disimiles de sus temas de investigación: el rigor. Para ambos es indispensable mirar con ojos de científico el objeto de investigación, buscando la objetividad con gran intensidad a pesar de lo difícil que sea, al tener imaginarios preconcebidos gracias a la coerción institucional y al hecho de estar inmerso en la cultura que se estudia durante meses, en el caso de Malinoswski.

Se rescata además, la relevancia de un marco conceptual y teórico fuerte capaz de servir de soporte explicativo al objeto, no asumiendo por entendido que lo que se va a estudiar, ya se conoce, producto de lo que se ha aprendido en la cotidianidad. Por el contrario, se diferencian en la medida de que Durkheim es sumamente generalista, buscando de manera sistemática la formulación de macroteoría. Malinoswski, se enfoca mucho más en la particularidad, en el análisis detallado de un objeto delimitado, siendo muy específico, teniendo como objetivo, la comprensión de pequeños colectivos.
Cada uno a su manera, revolucionó la forma de hacer ciencia social para su época, pues eran grandes conocedores de lo que se había venido haciendo, teniendo la capacidad de señalar los errores e intentar corregirlos. Ambos acertaron en el ejercicio de mostrarnos una ciencia social que tiene como objetivo estudiar hechos sociales (desde la definición de Durkheim), sobre la base de un método que puede variar según el objeto de estudio, pero que por nada del mundo puede perder la cientificidad como objetivo primario. Sin embargo, cabe preguntarse ¿hasta qué punto podemos ser objetivos, si ya hemos sido socializados por las instituciones hasta el punto de crear hábitos? ¿Se puede ser objetivos cuándo vives meses en una comunidad? ¿Se corre el riesgo de sentirse parte de ella? O por el contrario, ¿juzgarla al ser tan diferente a investigador?

Por mayor ruptura epistemológica, imaginación sociológica, alejamiento de las prenociones o uso de herramientas estrictamente científicas, es sumamente complejo, concebir la idea de que una investigación no tiene como elemento per se unos intereses inmersos particulares, altruistas o ideológicos de por medio. Las instituciones no solo calan en los colectivos que se estudian, también influyen al científico como ser social implicado. Es por esta razón, que la lectura de lo que el investigador produce, también debe hacerse desde la panorámica de sus pensamientos, emociones, contexto y deseos explícitos, dado que, el que investiga es un ser humano, no un artificio creado para nunca fallar. Por su parte, el investigador debe tener claridad de que si bien la objetividad es la meta a buscar, quizás sus intereses vayan más allá de lo científico, teniendo una carga subjetiva presente. Así pues, las ciencias sociales son el resultado de un equilibrio entre la subjetividad del pensamiento del que investiga y la objetividad de la ciencia que lo respalda en su investigación.